"Nunca habríamos imaginado que nuestro hijo pudiera tener un ictus con cuatro años"

A sus 11 años, Kidal ya ha superado dos ictus. El primero, cuando tenía solo cuatro. “Fue el día de Año Nuevo de 2017 –recuerda su madre, Elizabeth- Habíamos pasado el día en casa, comiendo con unos familiares. Por la noche, Kidal se quejó de un dolor de cabeza muy fuerte y se fue a dormir. De madrugada, vomitó mucho. Y al día siguiente, cuando se despertó, nos pareció que estaba un poco apagado, pero pensamos que estaba relacionado con la comida y no le dimos más importancia”. “Unas horas después -prosigue el padre, Alberto- Kidal seguía en el sofá sin abrir los ojos ni hablar. Al mediodía, su madre quiso darle de comer, pero no quería; quiso ducharle para despertarle, pero se quedó sin aliento. No respondía a nada. Por eso, y porque Kidal se quejaba de un dolor en la cabeza insoportable, su hermano llamó a emergencias.” 

El niño, que vive en Montornès del Vallès, fue trasladado en ambulancia al Hospital de Granollers. Allí los médicos le practicaron un TAC. “Nos dijeron que tenía una mancha en el cerebro, un derrame cerebral. Una hora después, el personal médico decidió trasladarlo urgentemente, en una UCI móvil, hacia el Hospital Sant Joan de Déu”, recuerda Elizabeth. “Nosotros habíamos oído hablar de los ictus, pero en gente mayor. Nunca habríamos imaginado que nuestro hijo pudiera tener uno con cuatro años”, coinciden en manifestar Elizabeth y Alberto. 

Kidal ingresó en la UCI del Hospital Sant Joan de Déu y allí permaneció, en coma inducido, 21 días. Al ver que el cerebro no reabsorbía la hemorragia, los médicos decidieron intervenirle. Tras la operación, estuvo sedado unos días. “Fue un período de mucha incertidumbre. Nosotros, como todos, habíamos oído hablar de las secuelas del ictus y sabíamos que mucha gente sufría parálisis importantes. Pero la respuesta médica y la tecnología del Hospital contribuyeron a su recuperación. Nuestro hijo despertó cuando le empezaron a retirar lentamente los medicamentos. Terminado el proceso, vimos que no podía mover ni el brazo ni la pierna derecha”, explica la madre. “Yo le hacía cosquillas en el pie por qué me habían dicho que era muy buena señal de que tuviera sensibilidad y eso nos dio mucha confianza”, recuerda el padre, emocionado. 

Con la ayuda de la rehabilitación, Kidal fue recuperando la movilidad en unas diez semanas. Volvió a andar, primero de una manera más inestable y, después, con mayor seguridad. El 5 de mayo de 2017 le daban de alta del Servicio de Rehabilitación y seis meses después, de logopedia.  

La familia pudo volver a la normalidad. Pero cuatro años después, la historia volvía a repetirse. El 16 de agosto de 2020, Kidal tuvo un nuevo ictus. “Los médicos siempre nos dijeron que el riesgo de que tuviera otro derrame cerebral existía, porque con la primera intervención solo extrajeron una parte del coágulo, pero no la malformación congénita de la arteria”, aclaran Elizabeth y Alberto . 

En esta ocasión, los cirujanos le practicaron una segunda intervención de urgencia y, más tarde, programaron otra, el 25 de noviembre de 2020. Los resultados determinaron que todavía le quedaba un pequeño punto de la malformación. Por eso, los médicos volvieron a realizarle una cuarta operación, el día 13 de marzo de 2023, y actualmente, está pendiente de recibir radioterapia. 

Ahora, con 11 años, Kidal sigue controles periódicamente y lleva una vida normal. "Le ha quedado una secuela muy ligera, un trastorno de la atención, que si no sabes lo que le ha pasado, lo atribuyes a que es algo despistado", explica la madre. 

Incidencia del ictus en la población infantil 

Como Kidal, cada año el Servicio de Neurología del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona recibe una quincena de niños que han tenido ictus. En la mitad de los casos, los pacientes presentan un ictus hemorrágico o derrame cerebral causado por la rotura de un vaso sanguíneo. En la otra mitad de los casos, han tenido un ictus isquémico debido a la obstrucción de una arteria que hace que el flujo sanguíneo no llegue al cerebro. 

Para el ictus isquémico, los médicos disponen de dos tratamientos que pueden revertir los efectos de la enfermedad si se administran en las primeras horas de aparición de los síntomas. En el Hospital Sant Joan de Déu solo se ha podido hacer a un joven, en 2021 porque, en la mayoría de los casos, cuando el paciente llega al Hospital ya lleva horas de evolución. 

Por eso, la neuróloga pediátrica Verónica González Álvarez recalca que es “muy importante que las familias consulten al médico en cuanto observen que su niño presenta una parálisis o alteración del movimiento, la visión o el habla, porque estos síntomas pueden deberse a otras enfermedades más banales, pero también pueden ser indicadores de un ictus. Y actuar lo antes posible es clave”.