Uno de cada cinco recién nacidos por debajo de 30 semanas de gestación tendrá displasia broncopulmonar

Gracias a los avances médicos y tecnológicos, la mayoría de los niños y niñas con displasia broncopulmonar podrán tener una alta calidad de vida.
Cuando un bebé nace prematuramente, es posible que sus órganos aún no estén preparados para funcionar como deberían fuera del útero. Esta inmadurez, cuando se da en los pulmones, puede provocar una enfermedad crónica llamada displasia broncopulmonar, una alteración en el desarrollo de los pulmones que causa una limitación de la función respiratoria de grado variable. Según el doctor Jordi Clotet, neonatólogo del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, “uno de cada cinco pacientes por debajo de las 30 semanas de gestación tendrá displasia broncopulmonar”.
Aunque se trata de una patología compleja, la displasia broncopulmonar está actualmente mucho más controlada que hace unas décadas. “El tratamiento y la evolución han cambiado mucho. Niños que anteriormente habrían tenido una displasia grave, hoy la viven de forma mucho más leve”, afirma el doctor Jordi Costa, pediatra especialista en neumología infantil de Sant Joan de Déu.
La incidencia de la enfermedad, sin embargo, no ha disminuido. “Esto es porque la supervivencia de los niñas y niños prematuros es mucho mayor. Tenemos más conocimiento y más recursos, y eso hace que sobrevivan más pacientes de riesgo”, añade Costa.
La importancia de la prevención
La displasia broncopulmonar, explica Clotet, no tiene un diagnóstico inmediato, sino que se detecta tras semanas de observación en el Área de Neonatología. Y comenta: “Gracias a criterios muy precisos, cuando tenemos una sospecha de posibles problemas respiratorios, podemos actuar de forma precoz para evitar que se desarrolle la enfermedad”. Es entonces cuando se contacta con el Servicio de Neumología.
“Cuando los compañeros detectan dificultades para respirar en estos pacientes recién nacidos, nos hacen una consulta para aportar nuestro conocimiento en el diagnóstico y el tratamiento”, explica Costa. En estos casos, los profesionales aconsejan actuar de forma preventiva: en caso de que el bebé necesite ayuda para respirar, utilizar la cantidad mínima necesaria de oxígeno y evitar intubar al recién nacido. Estas medidas pueden hacer que la displasia broncopulmonar no llegue a aparecer.
No solo se puede intentar prevenir la enfermedad después del nacimiento. El Dr. Clotet detalla que “antes del parto, intentamos retrasar lo máximo posible el nacimiento del bebé prematuro y administramos una medicación a la madre que madura los pulmones del feto”. El acompañamiento familiar después del parto también juega un papel clave: “Fomentamos el contacto piel con piel y la lactancia materna, porque todo esto reduce riesgos y ayuda a una mejor evolución del bebé”, añade.
La capacitación de la familia
A pesar de las importantes tareas de prevención, algunos de estos bebés prematuros desarrollarán displasia broncopulmonar y su proceso de recuperación no terminará con el alta hospitalaria. Muchos de estos niños se van a casa con soportes respiratorios. Por ello, la formación de las familias es esencial. “Les enseñamos a utilizar los dispositivos y los acompañamos durante todo el tratamiento, hasta que podemos retirar las ayudas y el niño disfruta de una respiración normal”, dice Costa.
La evolución de la displasia pulmonar suele ser positiva. “El sistema respiratorio va madurando con el tiempo. Cuando tienen dos, tres o cuatro años, el riesgo va disminuyendo y se normaliza”, apunta Costa. Los niños que han tenido casos graves pueden conservar cierta fragilidad pulmonar o episodios de bronquitis recurrentes y, por ello, deben llevar un estilo de vida saludable. La gran mayoría, sin embargo, “tienen una vida completamente normal y con una alta calidad de vida”, afirma Clotet.




