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El primer maratón de Aidan, pero no el último

13 Julio 2016

Tras superar un tumor cerebral, el sueño de Aidan era participar en el Maratón de Barcelona. Acompañado de Carles, consiguió cruzar la línea de meta.

Me llamo Carles Gilibets y desde hace años colaboro con el Hospital Sant Joan de Déu Barcelona en diferentes proyectos. Conocí a Aidan en la última sesión de Surf que realizamos el verano del 2015 con mis compañeros de Goofy’s Surf Aid Kids. Aidan apenas podía andar, pero con mucha fuerza de voluntad y ayuda de personas, logró subirse a la tabla.  Tras acabar la sesión me dijo que en 2016 ya habría terminado su tratamiento y que quería cumplir un sueño: correr el Maratón de Barcelona. Ese fue el principio de esta historia, que he querido contaros en una carta dirigida a vosotros y, sobretodo, a él.

Éste ha sido mi sexto maratón y, seguramente,  será el más emotivo que recordaré jamás gracias a Aidan.

Un maratón es recorrer 42.195 metros de calles, avenidas y lugares especiales de la ciudad. Si hablas con un corredor -no me gusta utilizar el término runner- te dirá que su cuerpo corre los primeros 30 kilómetros y que, su mente, hace los últimos restantes.

También te dirá que “el muro” siempre aparece, y que si no eres fuerte mentalmente, es probable que abandones la carrera o llegues rendido y sufriendo mucho a cruzar la meta. En mi caso he vivido las dos peores situaciones. Tener que parar de correr por dolor y que mi mente me abandone. Pero también llegar a la meta, a pesar del sufrimiento, por la fortaleza mental. 

Por supuesto, también alguna vez he alcanzado mi objetivo con una amplia sonrisa y me he emocionado viendo cómo "los míos" me animaban. Buscar un objetivo, un reto, un motivo para entrenar duro durante un mínimo de 3 meses es fundamental para dar sentido al sufrimiento que tendrás el día de la carrera. Mi objetivo en el Maratón de Barcelona de este año era llegar a los últimos metros para hacer posible el sueño de Aidan.

Los fisioterapeutas le ayudan, pero son sus ganas de vivir lo que hace que cada día mejore un poco más.

Este pequeño y gran valiente sufrió un tumor cerebral hace dos años. Al conocerle me pareció una persona extraordinaria, con un humor muy fino y unas ganas tremendas de pasarlo bien. Me dijo que le gustaría correr un maratón pero que en ese momento con el tratamiento era imposible y que tendría que esperar a recuperarse.

Nos marcamos dos objetivos: que Aidan se curase y conseguir realizar esta gran carrera. Aidan está recuperado, pero las secuelas de la enfermedad son varias y detectables a simple vista. Aún así nada le abate y lucha cada día por ir avanzando y recuperar movilidad en su cuerpo. Los fisioterapeutas del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona le ayudan,  pero estoy convencido de que son sus ganas de vivir las que hacen que cada día mejore un poco más.

Corrí 41 kilómetros pensando únicamente en su objetivo. Pensaba que no podía fallarle, que no me podía permitir abandonar o sufrir antes de llegar a su encuentro y ayudarle a finalizar el Maratón de Barcelona. Mis rodillas me avisaron desde el kilómetro 24 de que aquel no era mi mejor día y de que me pasarían factura por tanto entreno y poco descanso.

Pero me dio igual el dolor que sentía, porque Aidan me esperaba. Él tampoco hizo caso a su cuerpo: lo supe después de acabar la carrera. Esa misma mañana había sufrido unos espasmos y temblores que, cuando le pasan, lo dejan “muy tocado”. Pero, aún así, también quiso acudir a nuestro encuentro acompañado de su madre y su hermano.

Cuando inicié la subida, desde Colón hacia la Avenida del Paral·lel, ya no notaba ningún dolor en mis rodillas y mi cara empezó a relajarse y dibujar una leve sonrisa. ¡Ya lo teníamos! A partir de ese momento sólo era cuestión de olvidarme de lo físico y pasarlo bien a su lado. Y de pronto lo vi. Estaba entre los muchos amigos y familiares que animaban a los corredores que iban llegando a la meta. Lo encontré muy mejorado, con pelo y sin silla de ruedas.

Su madre, Toñi, luchadora infatigable y cómplice de este reto, me dijo que su ilusión era llegar caminando, que quería abandonar la silla de ruedas que le había acompañado en los últimos dos años. Que ahora que volvía a caminar quería ser capaz de hacer los últimos 400 metros por sí mismo.

Me detuve un momento para abrirle paso entre la gente que animaba y se incorporó a la carrera. Le cogí una mano y apoyé la otra para sujetar su cuerpo y, por fin juntos, nos encaminamos hacía la línea de meta. Tan atento como siempre, me preguntó cómo estaba y si me pesaba el cansancio.

Me dijo que le hacía ilusión verme y que le sorprendía que la gente le aplaudiese y alentase a seguir moviendo sus piernas. Iban despacio y descoordinadas, pero con paciencia consiguió corregir sus movimientos. Otros corredores que pasaban por su lado también le animaban. Me sentí tan feliz de compartir este momento con él que, egoístamente , quería que durase más. Me parecía mágico ver cómo hacía que pareciera natural el tremendo esfuerzo que estaba haciendo.

Parecía que los últimos metros hubiesen sido fáciles, en comparación con los ejercicios de rehabilitación.

Le pregunté si estaba bien y si quería parar un poco. Pero enseguida me dijo que no y empezó a hablar de Isma, el “fisio” del Hospital, que ha hecho que vuelva a caminar. Me contó que le había “puesto las pilas” con ejercicios duros y dolorosos, pero que se lo agradecía mucho. Me emocioné al escucharlo hablar lento y pausado, buscando las palabras.

Esperé a que acabase su frase para decirle que era un campeón y que ya estábamos llegando al final. Y un último empujón al andador le ayudó a cruzar la línea de meta. ¡Nos abrazamos! Le repetí unas cuantas veces lo “grande” que es, un héroe, y él me miró como si no hubiese pasado nada, como si los últimos metros hubiesen sido "pan comido" al lado de los duros ejercicios de recuperación que había tenido que hacer.

Estaba feliz y tranquilo. Me hablaba de la próxima meta y me preguntaba si quería beber para recuperarme. Le entregaron su medalla de finalista y nos encontramos con su familia y la mía para celebrarlo y hacemos fotos de recuerdo antes de despedirnos. 

Corrí para él aquel maratón. Mis piernas fueron las suyas hasta encontrarlo y ver cómo las suyas, apoyándose en mi, le ayudaron a conseguir su sueño. El primer maratón de Aidan es ya una realidad. Y tengo la certeza de que pronto correremos los dos juntos los 42 kilómetros. Porque alguien que lucha como lo hace él, lo puede todo. 

Aidan, llegaste a la meta. Ahora te toca seguir la línea azul de la vida para superar más retos.

Marzo de 2016, Carles Gilibets