
La pediatra Victòria Fumadó ha sido reconocida en los Premios a la Excelencia Profesional del Col·legi de Metges de Barcelona en la categoría de Humanidades, Cooperación y Gestión.
“Con 12 años, ya tenía claro que quería ser médica y que acabaría trabajando en África”, explica la Dra. Victòria Fumadó, que coordina los proyectos de cooperación internacional del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona.
Cuando terminó los estudios, realizó varias estancias en países como Sierra Leona, Mozambique y Tanzania para tratar a los niños de la zona y desarrollar estudios que repercutieran en el bienestar de los ciudadanos. “Desde entonces, he querido dedicarme a proyectos que tengan un impacto real en la salud infantil de los países más pobres”, afirma Fumadó.
Actualmente, trabaja en el Servicio de Enfermedades Infecciosas de Sant Joan de Déu y es responsable de la Unidad de Referencia Nacional para Enfermedades Importadas y Tropicales y de la Unidad de Cooperación.
El Col·legi de Metges te ha premiado por la excelencia médica en Humanidades, Cooperación y Gestión. ¿Cómo recibes este galardón?
Estoy muy contenta. Cuando me dan un premio, siempre pienso que hay mucha gente haciendo tareas admirables que también podrían ser reconocidas. Por eso quiero subrayar que una persona sola puede hacer muy pocas cosas. Para poder llegar a algún lugar, es necesario construir un equipo. En África dicen: si quieres ir rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado. Así que lo recibo pensando que he estado muy bien rodeada, con mucha ilusión, con gratitud y consciente de que soy una privilegiada.
Hace muchos años que trabajas con el equipo de Sant Joan de Déu.
De hecho, Sant Joan de Déu forma parte de mi vida desde antes de empezar a estudiar medicina: vi cómo colocaban la primera piedra porque mi padre, que era pediatra, trabajaba allí. Tras terminar los estudios y hacer diferentes estancias en algunos países de África, volví a Barcelona y comencé a trabajar en el área de enfermedades infecciosas del Hospital.
¿Por qué te decidiste a explorar el campo de las enfermedades infecciosas en África?
Siempre me han gustado los niños. Había algo, que quizá es muy de mi generación, en que descubrimos que existen dos mundos diferentes con unas desigualdades enormes. Como pediatra, es un hecho que cuesta mucho tolerar. Allí hay niños que mueren por enfermedades que ya tienen cura. No hablo de enfermedades raras, sino de enfermedades que lo que necesitan son recursos. Y supongo que esta desigualdad fue lo que más nos llamaba la atención, era totalmente injusta.
“Cuando un niño nace aquí, disponemos de mucha información médica. Cuando vienen de fuera, les hacemos un cribado para detectar posibles enfermedades importadas”.
Cuando pensamos en enfermedades infecciosas, a menudo nos viene a la mente algo exótico que no nos afecta. ¿Es así?
No, y la verdad es que cada vez nos afecta más. Las personas se mueven mucho —tanto por viajes como para buscar territorios con más recursos donde poder trabajar—, lo que hace que la epidemiología sea más global, aunque hay enfermedades que necesitan un vector para su transmisión.
Y de la misma manera que nos comunicamos más, los patógenos también se distribuyen más. Es cierto, sin embargo, que hay enfermedades infecciosas que están muy relacionadas con la pobreza por factores como la falta de saneamiento y control del agua, la carencia de prevención o el tipo de vivienda que se tiene.
¿Cómo es un día en la Unidad de Enfermedades Infecciosas de Sant Joan de Déu?
Generalmente lo que hacemos es dar servicio a otras unidades del Hospital; somos un equipo transversal. Trabajamos con otros especialistas que tienen pacientes con infecciones. Además, como tenemos muchos pacientes complejos, con enfermedades graves y también pacientes internacionales, realizamos un cribado para detectar posibles enfermedades infecciosas o importadas a su llegada.
Cuando un niño nace aquí, los profesionales disponemos de mucha información. Sabemos cómo se ha controlado el embarazo, las enfermedades que porta la madre, el diagnóstico precoz del recién nacido, las vacunas que tiene… Todo esto en muchos países no se hace y es importante controlarlo una vez que están aquí.
La Covid-19 es una enfermedad infecciosa. ¿Cómo vivisteis la pandemia desde el Hospital?
Al principio teníamos casos aislados. Aún no hablábamos de pandemia y tampoco sabíamos muy bien cómo proceder. Así que, junto con la dirección médica, me tocó montar un dispositivo de actuación. Definimos cómo sería el aislamiento de los pacientes, quién debía formarse para atender a estos niños, cómo se repartirían las áreas del centro, qué se consideraba contacto de un caso y qué no… Todo esto que ahora es tan claro, en aquel momento no lo era.
Y tuvimos la suerte de que los niños lo llevaban bastante bien. Por eso, en un momento dado, tomamos la decisión de atender a adultos. De hecho, el primer adulto que ingresamos fue un hermano de la Orden que dio positivo con una infección respiratoria grave.
Fue una situación nueva para todos. Visto en perspectiva, ¿Cómo valoras la actuación?
Hicimos un buen trabajo. Todos, especialmente los jóvenes del equipo, estaban pendientes de revisar y actualizar los protocolos según lo que se publicaba. También trabajamos con mujeres embarazadas positivas para ver si había efectos en los recién nacidos, qué ocurría con la lactancia materna, con las vacunas y con la inmunización. El recuerdo positivo que me queda de esta pandemia, que ojalá nunca hubiera ocurrido, es la cohesión que se creó entre los profesionales del Hospital.
“Sierra Leona depende totalmente de donaciones externas para costear los tratamientos de los niños menores de cinco años”.
También hace años que gestionas la cooperación internacional del Hospital.
El hermanamiento comenzó por el interés del hermano Fernando, que había sido director del Hospital Sant Joan de Déu en Sierra Leona. Allí, dos de nuestros profesionales le ayudaron a desarrollar el ámbito de la cirugía. A partir de ahí, nació la idea de un intercambio de profesionales de un lado a otro, y el gerente, Manel del Castillo, apostó por el hermanamiento de ambos lugares. Más tarde, como yo ya tenía experiencia en la colaboración con centros de países africanos, me pidieron si podía organizar un poco todas las tareas de cooperación y crear una pequeña unidad de cooperación.
Así, comenzamos a detectar las principales carencias de los territorios con los que colaborábamos y, como había pocos pediatras, abrimos el programa para que residentes de Sant Joan de Déu pudieran realizar una estancia en el hospital de Lunsar, en Sierra Leona. Ahora hay diferentes proyectos en marcha, como ‘Apadrina un tratamiento’, para poder cubrir los costes de los medicamentos, o la iniciativa para frenar la malnutrición en colaboración con el Ministerio de Salud de allí.
¿Qué suponen las donaciones para programas de cooperación internacional como el hermanamiento con Sierra Leona?
En nuestro país, contamos con una buena seguridad social que ofrece asistencia a la ciudadanía. Sierra Leona, por ejemplo, depende totalmente de donaciones externas para costear los tratamientos de los niños menores de cinco años. A veces, sin embargo, se producen rupturas de 'stock'. Las donaciones que se hacen en este proyecto del Hospital están destinadas a que esto no ocurra, a garantizar que estos tratamientos se financien.
¿Qué hacen los profesionales del Hospital que se desplazan hasta allí?
Lo que queremos es que ayuden a capacitar áreas concretas, porque es muy difícil suplir la asistencia que falta si los profesionales no quieren quedarse para siempre. En cambio, si apostamos por enseñar, habrá una persona local que sabrá realizar esas tareas médicas esenciales. Por eso, también existe una escuela de enfermería.
El hermanamiento con el hospital de Saint John of God en Lunsar lleva 19 años en funcionamiento. ¿Qué valoración haces a día de hoy?
Creo que el hospital de allí ha logrado abrirse a la comunidad y ha fomentado, gracias al contacto y la confianza con los líderes locales, que la gente acuda a visitarse. Esto era complicado porque hay muchos pueblos aislados y los caminos hasta el centro son difíciles. Además, confían mucho en la medicina tradicional.
Nos falta, sin embargo, que el personal sea estable. El hospital está en una zona rural y, muchas veces, cuando los locales aprenden las técnicas médicas, deciden irse a la capital para poder ganar más dinero.
También compaginas tu labor asistencial con la investigación. ¿En qué has estado trabajando últimamente?
Pues acabo de finalizar varios proyectos. Hay uno que se llama ICARIA, que realizamos con ISGlobal y está financiado por la Fundación Bill Gates y La Caixa, en el que hemos evaluado a casi 20.000 niños para ver si, además de administrar quimioprevención de la malaria durante el primer año de vida con el programa de vacunación, es útil seguir un esquema antibacteriano para reducir la carga de mortalidad.
Las gráficas muestran que actualmente mueren cinco millones de niños menores de cinco años, pero cuando yo empecé eran 12 millones. En el primer año de vida se deben hacer grandes esfuerzos para reducir la mortalidad.
Aún no sabemos el resultado, pero ha sido un gran trabajo en el que han colaborado 10 residentes del Hospital revisando los informes que nos llegaban sobre posibles efectos secundarios de la medicación. Si sale bien, será una medida muy eficaz para aplicar en las zonas pobres.
Otros premiados de Sant Joan de Déu
El Col·legi de Metges de Barcelona ha reconocido otros profesionales y servicios del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona. El equipo de asistencia en diabetes pediátrica del Hospital, liderado por el doctor Roque Cardona, ha recibido el premio en la categoría de Equipos Asistenciales. La doctora Mònica Balaguer ha sido premiada en la categoría de Docencia y Formación Médica.




